El Trial
Capitulo 5: El No Nacido.
El pueblo más cercano apareció en el horizonte cerca del mediodía , los campesinos dedicados a sus labores de campo apenas notaron a los forasteros, en el pueblo la cosa fue un tanto diferente, era día de mercado, y aquel gigantesco hombre vestido de manera ridícula llamó la atención del vulgo, tanto que ni siquiera notaron a la hermosa joven que le hacía compañía. Driago lucía terriblemente incómodo en medio de la multitud que murmura sonriendo a su paso. En cuanto observó al comerciante del puesto de ropas corrió hacia él dejando atrás a Ilse.
— Necesito ropas, ordenó al hombrecillo pelirrojo a cargo.
— Algún vestido en especial, le dijo burlonamente mostrándole algunos tocados femeninos.
Driago lo tomó del cuello, levantándole del suelo:
— Quieres hacerte el gracioso o vender algunas de las porquerías que traes contigo.
— Calma grandulón, le dijo la voz dulce de la reina. Necesitamos algunas cosas más, dijo al mercader, señalando unas sayas hechas de algodón.
— Bien My Lady, respondió el pelirrojo.
— Necesito encontrar una taberna que disponga de hospedaje y buena comida, dijo Driago al hombrecillo .
— En la Taberna Cielo Rojo, está a dos calles de aquí. Dijo el comerciante señalando hacia el este.
El lobo escogió unas cuantas prendas y detrás de la carreta vistió con los cómodos ropajes. Ilse tomó las suyas, le servirían para pasar desapercibida. Sus atuendos reales no eran necesarios en aquel lugar. El lobo pagó al comerciante, señalando a la vampiresa el callejón que les llevaría a la posada. La carreta avanzaba trabajosamente en medio de aquel mar de aldeanos, compraría dos buenos caballos en el establo, al partir del pueblo.
La taberna aunque modesta, estaba limpia, lo que hizo tranquilizar a Ilse. Tenía algo de hambre y deseaba darse un baño y descansar. El dueño, un hombre de aspecto tosco, ya entrado en años le sugirió colocar la carreta tras la taberna. El lobo lo hizo de inmediato, colocando sobre su espalda el morral con el oro y las monedas. Las habitaciones eran pequeñas pero cómodas. La cama lucia sábanas limpias, la joven reina se lanzó sobre ella , dispuesta a descansar un poco. Driago tocó a su puerta:
— Cierra bien, coloca el aldabón, uno nunca sabe qué almas habitan por aquí.
— No te preocupes, sé defenderme, le dijo señalando su boca.
Él sonrió. Era cierto, él bribón que ingresara a ese aposento podría perder su vida.
El bajo al salón, tenía hambre, una rolliza camarera llegó hasta él:
— Quiero algo de carne de venado, pan y un buen vino. Al poco tiempo el lobo devoraba con premura aquellos platillos. Su mente hilaba el modo de llegar al santuario sin tener que atravesar las tierras de Gill Moro. Si éste se enterara de lo sucedido con los Lezzar intentaría capturar a la joven reina y canjearla por oro a los Señores Oscuros, logia de poder y crueldad implacables, vampiros milenarios encargados de impartir justicia a los iniciados que pudieran transgredir las leyes del antiguo clan cometiendo el más vil de los pecados: asesinar a su propia raza. La ruta a través de las montañas era arriesgada, pese a ello parecía la más acertada, la reina sería vulnerable hasta que pudiese manejar de manera adecuada el poder del Trial.
Ella se le unió en la mesa, se veía relajada, dispuesta a llevar a cabo su misión sin contratiempos. Pidió fruta y unas piezas de perdiz. La mujer le miró algo desconcertada diciendo:
— Solo tenemos carne de venado, cerdo, o gallina salvaje, si deseas perdiz debes ir a una cena en el palacio, dijo con sarcasmo.
Ilse pareció darse cuenta de su error.
— Bien, trae algo de fruta y un trozo de gallina.
Cuando la mesera se retiró ella dijo con cierto dejo de amargura:
— Parece que aprendo lentamente.
Lobo terminó de devorar lo que había en su plato, un eructo sonoro salió de su garganta.
Ella hizo un gesto de repugnancia, él la observó diciendo:
Eres una legítima reina, no pasarás desapercibida, hasta ahora lo has hecho bien. Mañana tomaremos el camino a Riar, será difícil. Compraremos dos buenos caballos antes de salir del pueblo, llevaremos provisiones, la próxima aldea queda distante y no es tan cosmopolita como esta.
La reina vampiro rió con ganas.
— Cosmopolita… veo que no has perdido tu sentido del humor.
— Lo sé, dijo Lobo guiñando un ojo. Ahora a dormir, necesitaremos todas las fuerzas posibles.
El canto de los gallos lleno la mañana, desayunaron sin premura. Ambos se dirigieron a las afueras del pueblo, el establo estaba al salir el pueblo, allí, lobo regateó por dos equinos de buena estampa. La mañana los despidió cabalgando hacia el sur, la joven reina era una experta jinete, el orsus a duras penas mantenía el paso. Al atardecer se detuvieron cerca de un bosquecillo, acamparon en el lugar, la cena fue frugal, la fogata les daba la luz y el calor necesarios. Poco antes del amanecer la voz de su hija resonó en su cabeza:
Mami, viene alguien, ten cuidado!
Ilse abrió sus ojos, frente a ella Driago parecía olfatear el aire. Era cierto, algo se acercaba a ellos, el olor del blausauger llenaba el aire. Un sonido proveniente del suelo los hizo enfocar su mirada a un grupo de ramas secas que amontonaron para la fogata. Lobo tomó la criatura con sus manazas, era una rata de aspecto horrible, parecía carecer de huesos y en las manos del lobo semejaba un odre vacío.
— ¿Qué haces aquí Blauss? Te encuentras lejos de tu casa.
— Déjame Driago, he sido encomendado por los Vampiros Negros a una misión, han llegado rumores de un hecho terrible acaecido a la Casa Lezzar, mi deber es verificarlo.
Driago le acercó al fuego:
— Ves esas llamas vampiro mentiroso, estarás en segundos dentro de ellas si no te dignas a confesar la verdad. Te envían los Señores… sabes que ni siquiera se dignan a dejarte entrar a su corte… eres un espectro de baja calaño. ¿Esperas que te crea? Quizás necesites algo de calor para refrescar tu memoria, dijo, acercando la cola del espectro al fuego.
— Bien, cálmate, dijo de forma suplicante . Moro me envía, quiere saber lo que ha escuchado es verdad….
— Y qué ha escuchado, repitió lobo mientras la cola del vampiro empezaba a arder.
— Basta! Suplicó con su vocecita chillona. Es lo que sé, parece que los Lezzar fueron masacrados por un endriago y un vampiro esencial, y sus tesoros se hallan desperdigados en el palacio…
— Ja, ja, ja,ja,ja , rió Driago. Sabía que ese maldito no podría interesarse por alguien más que por sí mismo. Bien, no te afanes, yo te diré lo que sucedió
—Ilse lo miró con estupor, se atrevería a traicionar el secreto del Trial?
— Yo estuve presente en el sitio, pasaba por allí, creí que después de la fiesta habrían suficientes sobras , te contaré lo que presencié: Hubo una gran pelea por la fortuna en oro y joyas de los Lezzar, todos querían una parte… parientes cercanos, y lejanos…. La sangre fluyó. Luego unas figuras vestidas de negro empezaron a sacar los cadáveres y lanzarlos a las llamas, recogiendo en carruajes cofres y arcones… muchos . Tardaron toda una mañana.
—¿ Esperaste todo ese tiempo allí? Preguntó Blauss
Y qué querías que hiciera, entrometerme en asuntos de vampiros? preguntó haciendo un aspaviento de molestia y lanzando al espectro hacia un lado del campamento.
— Bien, le diré a mi amo lo que tú me contaste. Dijo tratando de escabullirse. Pero esta vez fue la reina quien le agarró de la cola.
— Oh no, pequeño renacuajo, llegarás e informaras que viste a la reina Ilse, que Driago está a mi lado y transportamos parte del tesoro Lezzar, del cual llevas un diminuto recuerdo en tu asquerosa boca, una moneda de oro, no es así?
Driago la observó sorprendido: qué dices, tú no serías capaz, o sí, renacuajo? Dijo tomando una bolsa de viaje y metiendo al espectro en ella.
— Sácame de aquí amigo, te prometo que no diré nada. Por favor mi dulce reina, sellaré mis labios…
— Estoy segura de que no podrás informar a tu amo, puesto que nos harás compañía el resto del camino. Terminó de decir atando con fuerza el saco donde el engendro se revolcaba intentando escapar.
El lobo preguntó sin rodeos cómo pudo saber las intenciones de Blauss.
— Mi hija me advirtió. Es algo difícil de explicar, lo que ella sabe, lo sé yo.
— No cruzaremos las montañas, dijo Driago, por lo visto Moro nos ha descubierto, de ahora en adelante seremos más cautos, él tiene amigos, y todos sumamente peligrosos.
— ¿Por qué debemos temer tanto? Nos defenderemos dijo Ilse.
— Pareces no entender, el Trial es sumamente complejo , mientras no sepas manejar su poder estarás en inminente riesgo. Por eso vamos hacia la Escuela de Magia Blanca, allí te mostraran todo lo que debes aprender acerca de tu nueva condición.
— Dices magia blanca, mis damas solían decirme que el demonio era el maestro en ese sitio maldito.
— Lo sé, la escuela debe protegerse a sí misma, algunos mitos acerca de ella son solo mitos, el resto son verdades a medias… replicó Driago.
— Intenta decirme cuál es cuál, replicó mientras levantaban el campamento y montaban sus caballos, con el espectro revolviéndose dentro de su prisión.
— Bien, se le conoce como la Escuela de los 7 discípulos, todos ellos deben atravesar pruebas rigurosas para determinar su esencia primigenia. Uno de ellos reemplazará al Gran Maese en sus funciones cuando llegue el momento.
— ¿Cómo es el lugar, lobo?
— Hermoso, rodeado de altas montañas, una bruma formada por vapores la protege de las miradas humanas… solamente los iniciados blancos pueden acceder a ella. Sus jardines están repletos por plantas exóticas, junto a elementales inferiores, hadas, duendes, elfos…y con ellos criaturas mágicas, unicornios, esfinges, dragones de fuego…Cuando estaba en el lugar mi sitio favorito se encontraba bajo la sombra de un gigantesco roble, hogar de Driade, la reina de los elfos de luz, ella solía relatar historias tan antiguas como el mismo mundo, solía decir. Verás con tus propios ojos la magia del lugar. Le dijo con seguridad en su voz.
El sendero montañoso se abría paso entre árboles multicolores, el otoño se aproximaba, tonos rojos y naranjas colmaban las cúspides de sus ramas, no lejos de allí una cascada de agua se desliza entre grandes rocas para convertirse en un cristalino caudal río abajo. Los viajantes lucían atentos ante cualquier sonido, podían ser emboscados por los secuaces de Gil el Moro.
— Driago quién es ese espectro al que debemos temer? Preguntó la reina vampiro
— Es un no nacido… Su madre fue una poderosa bruja, su padre un guerrero moro que abandonó a la hechicera antes de que Gil naciese. Ella, furiosa, cuando el niño nació le enterró vivo como venganza contra el padre. He escuchado decir que cuando el moro se enfurece cae granizo del cielo, quizás intentando que se descubra su cadáver y le den santa sepultura.
— ¿Qué madre lastimaría de esa manera a un niño? Creo que solo es una leyenda de campesinos… dijo ella algo dubitativa. No lejos las copas de los árboles guardaban una amarga sorpresa.